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lunes, 17 de febrero de 2020

FRASES: Narciso y Goldmundo de Hermann Hesse

Fragmentos y citas de Narciso y Goldmundo


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Hermann Hesse es mundialmente famoso por su novela Demian, y muchos lectores luego de terminar aquel libro sienten una especie de vacío y necesidad de otro libro que pueda cubrir dicha historia. Esto sucede porque Demian, es un libro que busca aclarar el confuso camino de la juventud y de la vida en general, es un libro de enseñanzas, de reflexión. Y es por eso que, justamente, en Narciso y Goldmundo pueden encontrar aquello, una fábula sobre la naturaleza de la vida y sus ciclos. Y no solo eso, esta novela está narrada de una forma muy parecida a lo que fue Siddhartha. En un lugar y tiempos muy lejanos, donde precisamente se puede reflexionar sobre la existencia humana y el eterno problema del absurdo de la vida. Si leíste Demian y quieres algo similar, Narciso y Goldmundo es la mejor opción.

Hice una recopilación de las mejores frases del libro. Se las dejo a continaución:

No son siempre los deseos los que determinan el destino y la misión de un hombre, sino otra cosa, algo predeterminado.

El conocimiento que he alcanzado a tener de los hombres me lleva a pensar que todos nosotros, especialmente en la mocedad, propendemos un tanto a confundir la providencia con nuestros deseos.

Mientras Narciso era sombrío y magro, Goldmundo aparecía radiante y lleno de vida.

Para nosotros, los hombres de ciencia, nada hay más importante que establecer distinciones; la ciencia es al arte de la diferenciación. Así, por ejemplo, conocer a un individuo es descubrir en él aquellas notas que lo distinguen de los demás.

Nada más que en una cosa te aventajo: yo estoy despierto mientras que tú lo estás tan solo a medias y,  a veces, duermes por completo. Llamo despierto a aquel que, con la razón y la conciencia, se conoce a sí mismo y conoce sus más íntimas fuerzas, impulsos y flaquezas irracionales, y sabe contar con ellas.

Las naturalezas de tu tipo, los que tienen sentidos fuertes y finos, los iluminados, los soñadores, poetas, amantes, son, casi siempre, superiores a nosotros, los hombres de cabeza. Vuestra raíz es maternal. Vivís de modo pleno, poseéis la fuerza del amor y de la intuición. Nosotros, los hombres de intelecto, aunque a menudo parecemos conducirnos y regirnos, no vivimos plenamente sino de modo seco y descarnado. Es vuestra la plenitud de la vida, el jugo de los frutos, el jardín del amor, la maravillosa región del arte. Vuestra patria es la tierra y la nuestra la idea. El peligro que os acecha es el de ahogaros en el mundo sensual; a nosotros nos amenaza el de asfixiarnos en un recinto sin aire. Tú eres artista y yo pensador. Tú duermes en el regazo de la madre y yo velo en el desierto. Para mí brilla el sol y para ti la luna y las estrellas; tú sueñas con muchachas y yo con mancebos.

Todas las soledades que siempre había sentido, todos los sueños, las dulces angustias, los misterios que en mí dormían, se despertaron, y todo apareció transformado, como hechizado, todo vino a cobrar un sentido. Me enseñó lo que era una mujer y el misterio que encerraba. En media hora me hizo varios años más viejo. 

¡Es tan hermoso pertenecer a una mujer, darse a ella! No te rías de mí aunque parezca un disparate lo que digo. Pero el amar a una mujer, entregarse a ella, meterla dentro de uno mismo y sentirse, a la vez, metido dentro de ella, ¿no es acaso lo mismo que tú llamas "estar enamorado"? Créeme no es cosa para burlarse. Para mí es el camino que conduce a la vida y al sentido de la vida. 

Era una suerte que el amor no precisase de palabras; de otro modo, estaría lleno de equivocaciones y disparates. 

La vida, evidentemente, llevaba en sí una especie de culpa.

Es curioso, se decía, lo que acontece con las mujeres y el amor: no necesitan, en realidad, de palabras.

Mas a pesar de lo que la joven acababa de decirle, descubrió amor en sus ojos, y el dolor de sus labios apretados también era amor. Creía más en sus ojos que en sus palabras.

Pero en el fondo de tus ojos no hay alegría, sino pura tristeza; como si tus ojos supieran que no existe la dicha y que todo lo bello y amado es efímero. Tienes los más hermosos ojos que puede haber, y también los más tristes. 

En un período apenas de dos años había conocido hasta el fondo el placer y los dolores de la vida errante: la soledad, la libertad, el espiar los rumores del bosque y los animales, el amor pasajero, infiel, la áspera, mortal miseria.

Pensaba que él y los demás hombres fluían y se transformaban incesantemente y terminaban disolviéndose, en tanto que sus imágenes, creadas por el artista permanecían siempre las mismas sin mutación alguna. 

Pensaba que tal vez la raíz de todo arte y quizá también de todo espíritu fuera el temor a la muerte. La tememos, nos horroriza la transitoriedad, vemos con tristeza como las flores se mustian y las hojas caen una y otra vez, y en el propio corazón sentimos la certidumbre de que también nosotros somos transitorios y de que no tardaremos en marchitarnos. Y si como artistas creamos imágenes o como pensadores buscamos leyes y formulamos pensamientos, únicamente lo hacemos para salvar algo de la gran danza de la muerte, para asentar algo que dure más que nosotros.

El misterio era lo que el sueño y la obra artística suprema tenían en común.

Un misterio es lo que yo amo, lo que persigo, lo que varias veces vi centellear y lo que, como artista, quisiera poder representar y expresar.

Toda vida se enriquece y florece con la división y oposición. ¿Qué sería la razón y la mesura sin la experiencia de la embriaguez, qué sería el placer de los sentidos si no estuviera tras ellos la muerte, y qué sería el amor sin la eterna enemistad de los sexos?

Pues también la tristeza se desvanecía, también se desvanecían los dolores y desesperaciones; al igual que las alegrías, pasaban, palidecían, perdían su hondura y su valor, y, al cabo, llegaba una época en que uno no podía ya recordar que era aquello qué un tiempo tanto lo había atormentado.

Mucho antes que una obra de arte se haga visible y cobre realidad, existe ya como imagen en el alma del artista. Esa imagen, ese modelo prístino es justamente lo que los filósofos llaman una "idea".

Por estar tan lleno el mundo de muerte y horror es por lo que busco constantemente consolar mi corazón y coger las bellas flores que crecen en medio de este infierno. Encuentro el placer y, por un instante, olvido el horror. Pero eso no quiere decir que no esté allí.

En aquel instante le pareció a Goldmundo que su vida hubiese adquirido, y como si la viera desde lo alto, distinguiendo claramente sus tres grandes etapas: la dependencia de Narciso y la disolución de ese vínculo, la épica de la libertad y la vida errante, y el retorno, la introversión y el comienzo de la madurez y la cosecha.

Porque cuando un hombre procura realizarse, utilizando las dotes que le concedió la naturaleza, lleva a cabo lo más elevado y lo único realmente lleno de sentido de cuanto puede hacer.

Estoy empezando a comprender lo que es el arte. Antes me parecía que, en comparación con el pensar y la ciencia, no había que tomarlo enteramente en serio. Mi punto de vista era, poco más o menos, el siguiente: puesto que el hombre es una mezcla incierta de materia y espíritu, puesto que el espíritu abre el conocimiento de lo eterno mientras que la materia tira de él hacia abajo y lo encadena a lo perecedero, debe esforzarse por huir de los sentidos hacia lo espiritual a fin de elevar su vida y darle sentido. Es verdad que yo pretendía por costumbre, tener en gran estima al arte, mas, en realidad me mostraba altivo y lo desdeñaba. Ahora veo con claridad, por vez primera, que hay muchos caminos para el conocimiento y que el espíritu no es el único y acaso no sea el mejor. Es mi camino, ciertamente, y en él me mantendré. Pero veo que tú, por el camino opuesto, por el de los sentidos, llegas a captar con igual hondura que los más de los pensadores el misterio del ser y a expresarlo de un modo más vivo.

Sin Madre no es posible amar. Sin Madre no es posible morir.

Ricardo Carrión
Administrador del blog

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