Reseña Nº285: La caída (Albert Camus)
¡Hola a todos! Bienvenidos al blog. Hoy les traigo la reseña de la novela La caída del escritor francés Albert Camus. Publicada en 1956, un año antes que se le otorgara el Nobel de Literatura.
La caída es una historia corta de no más de 120 páginas y que en apariencia parece un libro que se puede leer en una tarde, pero lo cierto es que requiere una lectura atenta. Cada página es un mundo en sí mismo, cada página está plasmada de ideas, simbolismos y reflexiones importantes, por eso su lectura es lenta. Y esto se logra porque está estructurada como un monólogo. No tiene diálogos. Por lo que, a pesar de ser una novela tiene todos los tintes de un ensayo. Se trata de una persona que en apariencia parece estar hablándole a otra, pero en realidad se siente como si solo pensara en voz alta. Por eso les dejo una sugerencia, imaginen la caída no como una novela, sino como casi un ensayo.
Yo recomiendo la caída para quienes disfrutan una narrativa de ideas. No de acciones. Son las ideas las que impulsan la narración. Porque si leen el libro pensando que se encontrarán con una historia ágil se les puede hacer muy pesado.
El responsable de este monólogo se presenta como Jean Baptiste Clamence, bueno, el dice llamarse así. Al parecer es un nombre inventado por él. Y le hace una confesión a un interlocutor anónimo que encuentra en un bar del barrio rojo de Ámsterdam. Estos hechos transcurren después de la segunda guerra mundial. Este interlocutor, a quien Jean-Baptiste se confiensa, tiene una característica muy especial. No sabemos nada de él durante todo el relato. Ni su nombre, ni su voz, ni sus ideas. Está ahí para que Jean Baptiste cuente su historia, para que desarrolle su monólogo, y no solo eso, sino para darle también cierto respiro a la narración al dividirla en cinco sesiones, cinco encuentros de estos dos personajes. Al parecer este interlocutor está muy interesado en la historia del protagonista, invitándolo constantemente a que prosiga su narración, esto lo podemos notar, no porque este personaje hable, sino por cómo el protagonista le responde. Lo que causa el efecto de que nosotros como lectores tomemos el lugar de ese interlocutor silencioso. Nosotros somos él.
El argumento es bastante simple, Jean-Baptiste fue un abogado de éxito en París, era famoso por ponerse del lado de lo débiles, de las causas nobles, de los huérfanos, de las viudas. Demostraba su desprecio frente a las injusticias del sistema y defendía a las personas con gran energía, con calor, con gran indignación, con una actitud noble. Estaba del lado correcto. Su conciencia estaba tranquila. Hasta que pasa algo que lo afecta mucho. Presencia un suicidio. Una persona se arroja al río Sena y él no hace nada para salvarla, desde entonces una especie de risa lo acosa, lo persigue. Su conciencia. Esto desencadena en él un análisis de su vida, desde el exterior, es decir, desde su papel como abogado bien intencionado, hacia su interior: lo que oculta de la vista de todo el mundo y de sí mismo. Siente la culpa de no haber salvado a una persona, pero también el alivio de no haberlo hecho, de no poner en riesgo su propia vida. Este tira y afloja, esta culpa que lo acosa en forma de risa, le da a entender que su papel de defensor de causas nobles no era verdadero altruismo. Era solo una simple ilusión, acciones para satisfacer su ego. Lo hacía para sí mismo, lo gozaba, lo disfrutaba y no lo hacía por los demás. Camus nos golpea fuerte con una frase llena de verdad y lucidez, de esas que duelen.
“Así es el hombre, caballero, tiene dos rostros: no puede amar sin amarse”.
Esto desencadena en el protagonista una caída moral hacia su interior que lo despierta y lo hace ver la realidad. Sus valores se trastocan desequilibrando su vida por completo. Todo en lo que creía, toda la base de su vida se desmorona a sus pies y cae, cae, cae sin parar como la persona desde el puente (la caída física del suicida propicia su caída moral). Todo lo que daba sentido a su vida se desmorona y aparece en gloria y majestad El absurdo. El absurdo es una contradicción (el hombre es un ser racional y como ser racional siempre está buscando el motivo de su existencia, es decir, la razón de estar en este mundo, pero no existe una respuesta racional a esa pregunta. Por lo tanto, si busca esa respuesta y no existe: la vida es absurda). Eso le pasa a Jean Baptiste. Él Creía que tenía esa respuesta. Estaba seguro de ello, él era el juez de las causas justas. Su rol era el de juzgar a las personas. Ese era su papel. Aquello le daba sentido a su vida, pero de pronto se da cuenta de que no lo hacía por las personas, sino que en parte lo hacía por vanidad y otros muchos motivos. Despertando ante al absurdo de su existencia.
“Hay que reconocer humildemente, querido compatriota, que siempre he estado a punto de reventar de vanidad. Yo, yo, yo, ese era el estribillo de mi vida, eso era lo que se podía oír en todo lo que decía. Nunca he podido hablar de otro modo que alabándome”.
A este cuestionamiento se enfrenta el personaje. ¿Qué hago con mi vida ahora si todo lo que la sostenía era una ilusión? Ahora es libre. Puede poner sus propias reglas, puede enderezar su vida. Darle un nuevo sentido y luchar contra el absurdo. Y digo luchar, porque ya no puede olvidar que su vida es absurda. Ya despertó y no puede volver atrás. No lo puede evadir, es parte de él y tiene que vivir con eso. Camus lo dice, el absurdo no es algo que debamos evadir, es algo con lo que debemos vivir día a día. Y darle sentido a la vida sabiendo que no lo tiene, eso es lo que nos hace rebeldes. En la novela Camus nos presenta las dos posturas. El que evade el absurdo, es decir, el suicida, y el que lo trata de enfrentar, en este caso, Jean Baptiste Clamence.
Pero este personaje la tiene difícil porque no hay nadie que le diga cómo hacerlo, no sabe hacerlo solo. Y de alguna forma nos representa a todos, porque estamos acostumbrados a seguir las reglas de otros, reglas preestablecidas como la religión, las reglas de dios o las de la justicia, las reglas del hombre. ¿Pero cuando desaparecen, que queda? Libertad. Y la libertad Aterra porque te llena de responsabilidad, ya no es la de otro, es la tuya.
“¡Ah, querido amigo! El peso de los días es terrible para quien está solo. Sin dios y sin señor. Por lo tanto, hay que escoger un señor, porque dios ya no está de moda”.
Su relato, su monologo, narra esa caída moral. Este despertar hacia el absurdo. Y lo que les acabo de contar no es más que lo mínimo, he soslayado la novela, es solo el esqueleto principal desde donde se desprenden muchas ideas y reflexiones de la vida de una persona y la sociedad humana. Lo que es sumamente complejo. Camus va desmigajando la humanidad de Jean Baptiste tal cual como él la siente, como un ser humano impactado por la realidad de su ser. Confundido, dolido, perdido. Tratando de buscar un camino. Algo a que aferrarse. Es por ello que el monólogo es tan importante, es la mejor forma de transmitir su angustia, su pena, su desazón. Su miedo. Claro, está asustado por darse cuenta del absurdo, de su responsabilidad. Y algo mucho peor, su deseo de Dominar.
“Ya sé que es imposible dejar de dominar o de ser servido. Cada hombre necesita esclavos, como necesita aire puro. Mandar es respirar”.
En esta cita el protagonista no está hablando de tener esclavos, sino de estar por sobre los demás. Tener la última palabra. Es decir, tener poder sobre los otros. No importa en qué escala social te encuentres, siempre vas a querer estar por sobre alguien. Un padre tiene a su hijo, un soltero tiene a su perro.
Lo esencial, en suma, dice camus, es poder enfadarse sin que el otro tenga derecho a responder.
Entonces, esta supuesta confesión de Jean Baptiste cambia de tono, Ya no está hablando solamente de él, está denunciando a la humanidad. A ti, como lector. Te está diciendo que así eres. Que quieres dominar, que eres vanidoso, que no quieres ver tus verdaderas intenciones detrás de tus acciones. Denuncia nuestra naturaleza humana, nuestro deseo de inocencia. Todos los vicios del estilo de vida del hombre contemporáneo. Y lo hace para quitarse el peso de la culpa y la vergüenza, para compartirla con todos y aligerar su conciencia. Vuelve a intentar estar por sobre los demás, juzga a la humanidad. De esa forma te puedes dar cuenta de lo contradictorio que es el personaje, porque vuelve a caer en los vicios que denuncia. Puedes ver el absurdo en su discurso, pero también en su comportamiento.
Es una novela difícil, es breve pero se lee lento. No a todos les ha gustado, por lo mismo no es la más conocida del autor. Pero es una de las más completas por la cantidad de aristas que toca. Solo indagando en el alma irracional de una persona es como se logra llegar realmente al fondo. Lo que yo acabo de contarles es solo una pobre interpretación de mi parte. Hay muchas, cada quien va a encontrar la suya. Es un texto a mi parecer, inabarcable. Pero indispensable en nuestros días.
Pueden ver esta misma reseña en mi canal de youtube
Ricardo Carrión
Administrador del blog
Hermano la leí, hay varios temas que me han dejado loco. Me parecía tedioso el libro pero estoy de acuerdo en muchos aspectos de tu analisis
ResponderEliminarmuy buena reseña. Por mi parte encuentro que por estar ambientada a finales de 1950, parece el preludio a la sociedad actual, la frase "Cuando seamos todos culpables, tendremos la democracia." me sonó a eso. Buen trabajo el tuyo, que sigas bien. Abrazo sureño.
ResponderEliminar