Reseña Nº 262: Nocturno de Chile. Roberto Bolaño
A simple vista Nocturno de Chile (2000) parece una novela simple y corta, pero lo cierto es que encierra una complejidad enorme. Con 111 páginas el autor chileno Roberto Bolaño nos muestra lo que para él es la nueva novela, la que está en camino y que escapa de los estándares habituales, lejos de lo hecho por los escritores del boom literario.
Ahora me muero, pero tengo muchas cosas que decir todavía. Estaba en paz conmigo mismo, mudo y en paz. Pero de improviso salieron las cosas. Ese joven envejecido es el culpable.
La historia se podría considerar un extenso monólogo sin pausas, que no da respiro hasta la última página, pero más que un monólogo es una verborrea de recuerdos de un anciano cura chileno, que a su avanzada edad delira por una fiebre alta que lo atormenta y lo hace remontarse a los hechos más importantes de su vida. El padre Sebastián Urrutia Lacroix perteneciente al Opus Dei y que, además, es un reconocido crítico literario y menos conocido poeta, se remonta hasta los días en que tenía apenas catorce años y se disponía a entrar en el seminario, por lo que su memoria lo traslada hasta el Chile de los años cincuenta del siglo XX, un Chile latifundista. A partir de ese recuerdo empieza a dar saltos temporales arrastrado por su delirio. Ve pasar la vida frente a sus ojos.
Uno de los primeros recuerdos en los que se detiene es cuando conoce a Farewell, respetado crítico literario, dueño de fundo y homosexual. Pero que, de alguna forma, es su modelo a seguir, lo que quiere llegar a ser literariamente hablando. La amistad con Farewell no solo aviva su esperanza de convertirse en crítico, sino que también lo lleva a conocer a varios escritores importantes como al mismo Pablo Neruda. Inicia así, su ansiada conexión con el mundo literario en tierras chilenas, algo muy difícil de conseguir en un país donde la literatura prácticamente no vale nada.
En este país de bárbaros, dijo, ese camino no es de rosas. En este país de dueños de fundo, dijo, la literatura es una rareza y carece de mérito el saber leer.
Su formación en la iglesia y su trabajo como crítico realizando reseñas de libros publicadas en los diarios bajo el pseudónimo de H. Ibacache, más su pasión oculta como escritor de poesía, lo van formando como persona. Se convierte así en un intelectual chileno. A través de sus delirios va recordando como esa faceta suya le fue dando oportunidades en la vida, como la de realizar un viaje a Europa al ser escogido por el mismo Opus Dei para investigar la conservación de las iglesias en el viejo continente. Pero no solo realizó viajes, gracias a su pasión por los libros también debió enfrentar la difícil tarea de dar clases de Marxismo al mismo general Pinochet y a los miembros de la junta militar.
Y esa constante adicción por la literatura entrelaza la vida del padre Urrutia con los acontecimientos históricos que van sucediendo en Chile a medida que pasan los años, vive el auge del gobierno de Salvador Allende, como también su caída, vive la dictadura, y también los tiempo de la democracia hasta inicios del siglo XXI. Un viaje a través de sus recuerdos que se entremezclan incluso, con historias que otros le contaron, recuerdos sobre recuerdos, creando micro relatos dentro del relato.
De esta forma, Bolaño experimenta con la narración, la voz presente del padre que delira genera cortes transversales a su narración del pasado a través de un personaje denominado el joven envejecido, en el cual el padre se ve representado, se desdobla en él. El grueso de la novela está compuesta de fragmentos unidos de una forma muy tosca, unos con otros, como bloques de cemento sobre puestos, ese cambio brusco le da el ritmo de delirio a la narración, propio de un enfermo. Es una masa de recuerdos que intentan tener orden, pero están compactados y apretados. Es la sensación que da al leer esta historia sin pausas, sin puntos aparte, con los diálogos insertados en la continuidad del texto y que dejan al desnudo la naturaleza humana del padre Sebastián Urrutia y de su círculo cercano, como la ausencia de culpa frente a hechos horrorosos que, en muchas ocasiones, son anunciados en una sola línea por el autor pero que ocasionan terror. Y a este hombre de origen religioso y gran lector parecen serle algo normal. Tanto él como el crítico Farewell parecen entrelazar la maldad íntimamente con la literatura.
... y después vino el golpe de Estado, el levantamiento, el pronunciamiento militar, y bombardearon La Moneda y cuando terminó el bombardeo el presidente se suicidó y acabó todo. Entonces yo me quedé quieto, con un dedo en la página que estaba leyendo, y pensé: qué paz. Me levanté y me asomé a la ventana: qué silencio.
Muchos de los personajes de la historia están basados en personas que conoció Bolaño, algo que acostumbra realizar en sus libros, y más aún, hay hechos que son reales pero parecen ficción. Definitivamente el fuerte de esta novela, su base, es la mezcla entre lo real y lo ficticio, la forma en que Bolaño utiliza hechos concretos, fechas, acontecimientos, personajes, realizando sobre ellos una ficción que muchas veces cuesta discernirla de la realidad, algo muy impactante. Además, imprime un tono pesimista que la misma historia lo pide, o más bien, la misma realidad histórica lo exige.
Como decía al inicio de esta reseña, no es un libro fácil de leer, tiene una complejidad estética asombrosa, no es el argumento en sí lo que empuja a devorar este libro, sino la combinación entre la estructura y la intertextualidad. Para apreciarlo, hay que ir más allá de la historia, apreciar las pinceladas del artista, del maestro, del encantador, su autor.
Ricardo Carrión
Administrador del blog
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