Cántico por Leibowitz (1959)
Libro de Ciencia Ficción
Walter M. Miller, Jr.
Ediciones B
Nova
430 Páginas
Ciencia ficción
La prospera civilización humana tal como la conocemos se ha autodestruido en un holocausto nuclear a principios del siglo XXI.
Luego del desastre, la civilización no logró reconstruirse inmediatamente pese a tener grandes conocimientos, y esto fue debido a que antes sufrió un nuevo holocauso, pero esta vez intelectual. Las personas sobrevivientes en su impotencia ante la crueldad de las armas nucleares decidieron tomar la justicia por sus manos y comenzaron a destruir todo el conocimiento que las creó. Matando científicos y quemando libros, toda la cultura y el saber fue reducido a la nada. Este hecho fue conocido como "La simplificación" y sus gestores fueron conocidos como los "simples".
Un ingeniero eléctrico llamado Isaac Edward Leibowitz, decidió tomar el camino de la religión y se ordenó como sacerdote para proteger de la "simplificación" todos los textos y lo que restaba del conocimiento del mundo, antes de que fuera destruido por los simples. Fundó la comunidad religiosa de San Alberto Magno, maestro de santo Tomás y patrón de los científicos, la cual se constituía por religiosos memorizadores y contrabandistas de libros, decididos a proteger el conocimiento para las futuras generaciones.
La religión católica, a pesar de todas las inclemencias que vivió la sociedad humana en esos años, se mantuvo incólume y resistió el paso del tiempo, lo que permitió que continuara también la labor de la comunidad religiosa fundada por Leibowitz, a pesar de la muerte del mismo. La religión se transformó en testigo privilegiado de la evolución de la sociedad humana en el futuro.
En tres relatos con saltos temporales de seiscientos años el autor nos muestra está evolución desde la amalgama entre religión y ciencia. En un mundo profundamente marcado por el holocausto nuclear, que ha dejado serias secuelas en sus habitantes, tanto físicas manifestadas como deformidades hereditarias, y de conocimientos perdidos.
El primer relato se titula "Fiat Homo" (Hágase el hombre), y se sitúa cronológicamente en el siglo XXVI, seiscientos años después de la simplificación. En esta época el conocimiento de la anterior civilización humana ha sido completamente erradicado, pero también han quedado en el olvido las ideas de los simples, y el mundo se ha sumido en una pacífica nueva "Edad media". Las ideas de Leibowitz no se han perdido en el tiempo, dando origen a la Orden Albertiana de Leibowitz, donde los hermanos se dedican al cuidado y preservación de la "Memorabilia", una especie de gran base de datos compuesta por textos de la antigua civilización humana.
Pero ese conocimiento que resguardan con tanto celo, no puede ser utilizado, ya que se encuentra fragmentado e incompleto. Además no hay nadie en el mundo capaz de entenderlo.
Mientras tanto los conocimientos fragmentados que aún son custodiados por la orden de San Leibowitz se encuentran por primera vez con las nuevas ideas generadas por el hombre y el rompecabezas comienza a completarse. Por primera vez aparece un "integrador".
Cada historia está protagonizada por un integrante de la orden de San Leibowitz. A través de sus ojos y por medio de un narrador omnisciente se recrea el paisaje de diferentes y contrastantes épocas, separadas por más de seis siglos. Pasamos de una Edad Media en la que se desconocía absolutamente el pasado de una gloriosa civilización humana, cuyos restos eran tratados como incomprensibles descubrimientos arqueológicos, a una época moderna donde la colonización espacial es una realidad.
De esta forma el autor reafirma la idea de lo cíclico, de reiteración, en donde el florecimiento y resurgimiento de la sociedad humana está íntimamente ligado a su propia capacidad autodestructiva. A mayor cantidad de conocimientos, a mayor esplendor de la sociedad, cuando ya parece que no se puede superar más, el ser humano parece necesitar autodestruirse para volver a comenzar.
"¡Simples! ¡Sí, sí! ¡Soy simple! ¿Eres simple? ¡Construiremos una ciudad y la llamaremos "Ciudad simple " porque para entonces todos los bastardos inteligentes que causaron esto estarán muertos!. Pág. 92.
Un ingeniero eléctrico llamado Isaac Edward Leibowitz, decidió tomar el camino de la religión y se ordenó como sacerdote para proteger de la "simplificación" todos los textos y lo que restaba del conocimiento del mundo, antes de que fuera destruido por los simples. Fundó la comunidad religiosa de San Alberto Magno, maestro de santo Tomás y patrón de los científicos, la cual se constituía por religiosos memorizadores y contrabandistas de libros, decididos a proteger el conocimiento para las futuras generaciones.
"Su cometido no anunciado, y al principio sólo vagamente definido, era conservar la historia humana para los tataranietos de los nietos de los simples que querían destruirla". Pág. 93.
La religión católica, a pesar de todas las inclemencias que vivió la sociedad humana en esos años, se mantuvo incólume y resistió el paso del tiempo, lo que permitió que continuara también la labor de la comunidad religiosa fundada por Leibowitz, a pesar de la muerte del mismo. La religión se transformó en testigo privilegiado de la evolución de la sociedad humana en el futuro.
En tres relatos con saltos temporales de seiscientos años el autor nos muestra está evolución desde la amalgama entre religión y ciencia. En un mundo profundamente marcado por el holocausto nuclear, que ha dejado serias secuelas en sus habitantes, tanto físicas manifestadas como deformidades hereditarias, y de conocimientos perdidos.
El primer relato se titula "Fiat Homo" (Hágase el hombre), y se sitúa cronológicamente en el siglo XXVI, seiscientos años después de la simplificación. En esta época el conocimiento de la anterior civilización humana ha sido completamente erradicado, pero también han quedado en el olvido las ideas de los simples, y el mundo se ha sumido en una pacífica nueva "Edad media". Las ideas de Leibowitz no se han perdido en el tiempo, dando origen a la Orden Albertiana de Leibowitz, donde los hermanos se dedican al cuidado y preservación de la "Memorabilia", una especie de gran base de datos compuesta por textos de la antigua civilización humana.
Pero ese conocimiento que resguardan con tanto celo, no puede ser utilizado, ya que se encuentra fragmentado e incompleto. Además no hay nadie en el mundo capaz de entenderlo.
"Los monjes esperaron, sin importarles que el conocimiento que habían salvado fuese inútil, que buena parte de él no fuese ya comprensible y que para ellos fuese a veces tan inescrutable como lo sería para un muchacho salvaje y analfabeto de las colinas." Pág. 95.El segundo relato titulado Fiat Lux (Hágase la luz) nos traslada al año 3174. El mundo ha vuelto a avanzar, las ciudades han crecido, se ha creado la universidad y el hombre vuelve a ser capaz de generar conocimiento. Pero así como el mundo se ha desarrollado, también se han generado nuevas ambiciones. Un intento por unir el continente americano bajo una misma dinastía ha propiciado un ambiente bélico, donde la protagonista es la pólvora.
Mientras tanto los conocimientos fragmentados que aún son custodiados por la orden de San Leibowitz se encuentran por primera vez con las nuevas ideas generadas por el hombre y el rompecabezas comienza a completarse. Por primera vez aparece un "integrador".
"La memorabilia no podía por sí sola generar el renacimiento de una ciencia antigua o elevada civilización, porque las culturas fueron engendradas por las tribus del hombre y no por enmohecidos volúmenes, pero los libros podían ayudar... los libros indicarían caminos a seguir y harían sugerencias a una ciencia desde hacía poco en desarrollo". Págs. 194-195Finalmente en el tercer relato Fiat Voluntas tua (Hágase tu voluntad) han pasado nuevamente seiscientos años y esta vez la sociedad humana ha vuelto a florecer, alcanzando su antiguo esplendor y siendo incluso superior; las armas nucleares se han vuelto a crear. Pero la naturaleza humana no cambia, y las actitudes bélicas se incrementan. La Orden de San Leibowitz debe nuevamente afrontar una crisis, haciendo lo que mejor saben hacer: proteger la memorabilia, y mantenerla alejada de un posible nuevo holocausto nuclear.
"¿Somos impotententes? ¿Estamos predestinados a hacerlo, una y otra vez? ¿No nos queda más remedio que hacer de Ave Fénix en una interminable secuencia de alzamientos y caídas?" Pág. 340.
Cada historia está protagonizada por un integrante de la orden de San Leibowitz. A través de sus ojos y por medio de un narrador omnisciente se recrea el paisaje de diferentes y contrastantes épocas, separadas por más de seis siglos. Pasamos de una Edad Media en la que se desconocía absolutamente el pasado de una gloriosa civilización humana, cuyos restos eran tratados como incomprensibles descubrimientos arqueológicos, a una época moderna donde la colonización espacial es una realidad.
De esta forma el autor reafirma la idea de lo cíclico, de reiteración, en donde el florecimiento y resurgimiento de la sociedad humana está íntimamente ligado a su propia capacidad autodestructiva. A mayor cantidad de conocimientos, a mayor esplendor de la sociedad, cuando ya parece que no se puede superar más, el ser humano parece necesitar autodestruirse para volver a comenzar.
"Cuanto más se acercaba el hombre a perfeccionar un paraíso, más impaciente parecía por destrozarlo y acabar igualmente con él mismo". Pág. 366.
Al contrario de otros libros de ciencia ficción en donde también nos plantean un escenario futuro de la sociedad humana. No es el entorno, la visión futura, ni la tecnología las que llaman la atención. Lo que realmente destaca es el efecto de la religión y la ciencia por separado y en conjunto sobre el comportamiento humano. Las potencialidades del progreso y sus consecuencias se analizan desde una perspectiva religiosa que cuida y protege la semilla del conocimiento científico, sabiendo que, al germinar pondrá en jaque sus propias ideologías y la misma vida sobre la Tierra.
El autor con lo que denominó "La simplificación" logró separar el conocimiento del hombre. Los alejó y los condujo por caminos distintos. La orden de San Leibowitz protege ese conocimiento, porque nació del hombre y por ende le pertenece. El hombre está incompleto, y la religión cuida de esa parte que le falta, hasta el día en que nuevamente esté preparado para reincorporarla. Pero cada vez que el conocimiento, la ciencia, vuelve al hombre, es una nueva prueba para que actúe de forma correcta. Pero cada vez falla, una y otra vez, el ciclo se vuelve a repetir y se ha repetido por siempre. Cada vez que el hombre alcanza todo su potencial se vuelve a destruir, se vuelve a comenzar la comedia inútil, como diría Sabato.
Es la Orden de San Leibowitz y su cometido la que une y le da el efecto de continuidad a las tres historias a pesar de los largos espacios temporales que las separan. Además impulsa las acciones de los distintos personajes que las protagonizan, generando sus historias que son solo una excusa para montar el experimento social que nos propone Miller, cuyo resultado lo conocemos de antemano. Pero que nos permite averiguar desde dentro los errores del proceso.
A través de una narración simple, sin florituras ni giros importantes, el autor nos muestra el proceso de autodestrucción del hombre. Dando énfasis a diálogos y a escenas cortas para tocar temas sensibles como el valor de la vida, la evasión del conciencia, la negación de la responsabilidad, razón versus fe, eutanasia, moral, piedad, sufrimiento y dolor, entre otros. No es una historia de lectura rápida, es un proceso lento de redescubrimiento de nuestra propia esencia en donde inequívocamente nos veremos reflejados.
Incorpora además personajes muy especiales que darán mucho que pensar, en cuanto a la interpretación que les quiso dar Miller. Uno de ellos es un extraño poeta con un ojo de vidrio que aparece en el segundo relato, cuyos escritos se analizan en la última historia. Y el más extraño de todos es el vagabundo, que se hace presente en todos los relatos, desafiando el tiempo y el espacio.
Miller nos legó una historia profunda, un cántico avezado a nuestra propia civilización, demostrando que a través de la ciencia ficción se puede indagar y reflexionar sobre el profundo misterio de la naturaleza humana.
Lamentablemente la portada no acompaña para nada la grandeza de esta obra, y no representa la riqueza de su contenido.
El autor con lo que denominó "La simplificación" logró separar el conocimiento del hombre. Los alejó y los condujo por caminos distintos. La orden de San Leibowitz protege ese conocimiento, porque nació del hombre y por ende le pertenece. El hombre está incompleto, y la religión cuida de esa parte que le falta, hasta el día en que nuevamente esté preparado para reincorporarla. Pero cada vez que el conocimiento, la ciencia, vuelve al hombre, es una nueva prueba para que actúe de forma correcta. Pero cada vez falla, una y otra vez, el ciclo se vuelve a repetir y se ha repetido por siempre. Cada vez que el hombre alcanza todo su potencial se vuelve a destruir, se vuelve a comenzar la comedia inútil, como diría Sabato.
Es la Orden de San Leibowitz y su cometido la que une y le da el efecto de continuidad a las tres historias a pesar de los largos espacios temporales que las separan. Además impulsa las acciones de los distintos personajes que las protagonizan, generando sus historias que son solo una excusa para montar el experimento social que nos propone Miller, cuyo resultado lo conocemos de antemano. Pero que nos permite averiguar desde dentro los errores del proceso.
A través de una narración simple, sin florituras ni giros importantes, el autor nos muestra el proceso de autodestrucción del hombre. Dando énfasis a diálogos y a escenas cortas para tocar temas sensibles como el valor de la vida, la evasión del conciencia, la negación de la responsabilidad, razón versus fe, eutanasia, moral, piedad, sufrimiento y dolor, entre otros. No es una historia de lectura rápida, es un proceso lento de redescubrimiento de nuestra propia esencia en donde inequívocamente nos veremos reflejados.
Incorpora además personajes muy especiales que darán mucho que pensar, en cuanto a la interpretación que les quiso dar Miller. Uno de ellos es un extraño poeta con un ojo de vidrio que aparece en el segundo relato, cuyos escritos se analizan en la última historia. Y el más extraño de todos es el vagabundo, que se hace presente en todos los relatos, desafiando el tiempo y el espacio.
Miller nos legó una historia profunda, un cántico avezado a nuestra propia civilización, demostrando que a través de la ciencia ficción se puede indagar y reflexionar sobre el profundo misterio de la naturaleza humana.
Lamentablemente la portada no acompaña para nada la grandeza de esta obra, y no representa la riqueza de su contenido.
Muchas gracias a Ediciones B Chile por el envío del ejemplar
Ricardo Carrión
Administrador del blog
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