Reseña Nº 257: Mujeres (1978)
Opinión, fragmentos y citas
En esta novela Bukowski nos presenta a un Henry Chinaski que ha dejado la calle y los trabajos de medio tiempo, ha dejado de morirse de hambre y de vagabundear por el mundo de bar en bar, tiene más de cincuenta años y ha alcanzado cierto éxito como escritor, a tal punto que es reconocido por muchos en la calle. Su carrera va en ascenso, la gente comienza a leerlo cada vez más, su éxito está en transición. Con completa confianza en el futuro, sigue escribiendo y dando lecturas de sus poemas en universidades, de esta forma logra pagar la renta de una casa en bastante mal estado ubicada en un barrio bastante precario, pero es su primera residencia fija, y allí puede beber tranquilo. Ahora el dinero le alcanza para alimentarse bien y beber todo lo que quiera, todo se lo debe a su talento como escritor.
Ahora que ya no tiene que luchar por sobrevivir y que ha alcanzado una edad madura, Henry Chinaski se dedica por completo a sus vicios: el alcohol y las mujeres. Con más de cincuenta años podría esperarse que sus gustos fueran dirigidos a mujeres maduras, pero lo cierto es que las prefiere mucho más jóvenes que él, como es el caso de la primera relación de la que habla en el libro, la de Lydia, una chica treinta años menor que él con la que vive una especie de romance al estilo Chinaski, muy intenso. Lydia es la responsable de enseñarle a este hombre como realizar un buen sexo oral a una mujer. También le provoca más de un dolor de cabeza por su alocada personalidad, ya que viene de permanecer en un manicomio. Pero sobre todo, la diferencia de edad provoca muchos altercados entre los dos, mientras ella quiere salir a bailar y de fiesta, al viejo Chinaski le gusta beber en silencio encerrado en su casa.
Luego de Lydia, comienza un eterno desfile de mujeres en la vida del escritor, todas menores que él, y todas con personalidades muy extravagantes y demenciales, algunas con mucho dinero, otras sin nada. Es como si Chinaski atrajera intencionalmente a todo tipo de mujeres caóticas a su vida.
En general la novela cuenta todas las aventuras con mujeres que tuvo Henry Chinaski en aquella etapa de su vida, y digo etapa, porque en sus libros anteriores, como por ejemplo, Factótum o Cartero, a pesar de que se relacionó con muchas mujeres, su vida también consistía en trabajar, beber en bares, pelearse y amanecer durmiendo en los bancos de las plazas, de alguna forma, el sobrevivir, era más importante en sus anteriores etapas. Luchar contra el sistema y resistir. Es por lo anterior que, el Chinaski que se presenta en esta historia, es un poco diferente. Ya no tiene esas discusiones filosóficas internas sobre la vida y la sociedad, sobre la naturaleza humana, reflexiona más sobre sí mismo y sobre sus diversas relaciones, si se les puede llamar así, también piensa a menudo en el amor. De alguna forma, su nueva situación económica y el logro de que sus escritos empiecen a mantenerlo, lo hace evolucionar en un personaje enfocado en otros temas, su nueva situación lo marca, ahora el hipódromo, el boxeo y las mujeres acompañan al infaltable alcohol. Antes, la escritura de novelas y cuentos eran su especialidad, ahora son los versos los que marcan el compás de su máquina de escribir, versos que en su mayoría son dedicados a las mujeres que lo vuelven loco, versos que hablan de amor y sexo.
Como siempre, el libro resulta entretenido porque Bukowski sabe como escribir situaciones cotidianas de manera divertida. Pero en comparación a otros de sus libros lo encontré demasiado repetitivo, el esquema es el mismo, pasa de una mujer a otra, una y otra vez, se emborrachan, tienen sexo, pasean, se pelean y terminan, y vuelve a empezar el ciclo. Claro, con algunas variaciones, pero la esencia es la misma. Aburre un poco que siempre sea igual, se hace largo. Aunque al final, Chinaski rompa el círculo vicioso de una manera poco esperada, pero que se entiende como el paso a otra etapa, la que está representada en la novela Hollywood.
Mira, vamos a plantearlo de esta manera: para mí, tú eres la número uno, y ni siquiera hay número dos.
Me sentía enfermo, inútil, triste. Estaba enamorado de ella.
No me gustaban los fines de semana. Todo el mundo salía a la calle. Multitudes en todas partes. El lunes era mi día favorito. Todo el mundo estaba de vuelta al trabajo y fuera de mi vista.
Los más grandes hombres son los más solitarios.
Y sin embargo las mujeres, las buenas mujeres, me daban miedo porque a veces querían tu alma, y lo poco que quedaba de la mía quería conservarla para mí.
Me alegraba de no estar enamorado, de no ser feliz con el mundo. Me gustaba estar en desacuerdo con todo.
La gente solo abrazaba a ciegas lo que se le pusiese delante: comida natural, zen, surfing, ballet, hipnotismo, terapia de grupo... y de repente todo se evapora y se perdía. La gente tenía que encontrar cosas que hacer mientras esperaba la muerte.
Una vez que una mujer te da la espalda, olvídala. Te aman y de repente algo se da vuelta. Te pueden ver muriéndote en una cuneta, atropellado por un coche y pasarán a tu lado escupiéndote.
No hay manera de que yo pare de escribir, es una forma de locura.
La bondad podía encontrarse a veces en el centro del infierno.
Hay demasiada frialdad en el mundo. Si la gente simplemente hablase junta de las cosas ayudaría bastante.
La gente enamorada se ponía a menudo cortante, peligrosa. Perdían el sentido de la perspectiva. Perdían el sentido del humor.
Quizás tuviese miedo. Eso era, sentía miedo. Quería sentarme solo en una habitación con las persianas bajadas.
Les dejo un vídeo de mi canal de youtube. ¡No olviden suscribirse al canal y al blog!
Ahora que ya no tiene que luchar por sobrevivir y que ha alcanzado una edad madura, Henry Chinaski se dedica por completo a sus vicios: el alcohol y las mujeres. Con más de cincuenta años podría esperarse que sus gustos fueran dirigidos a mujeres maduras, pero lo cierto es que las prefiere mucho más jóvenes que él, como es el caso de la primera relación de la que habla en el libro, la de Lydia, una chica treinta años menor que él con la que vive una especie de romance al estilo Chinaski, muy intenso. Lydia es la responsable de enseñarle a este hombre como realizar un buen sexo oral a una mujer. También le provoca más de un dolor de cabeza por su alocada personalidad, ya que viene de permanecer en un manicomio. Pero sobre todo, la diferencia de edad provoca muchos altercados entre los dos, mientras ella quiere salir a bailar y de fiesta, al viejo Chinaski le gusta beber en silencio encerrado en su casa.
Luego de Lydia, comienza un eterno desfile de mujeres en la vida del escritor, todas menores que él, y todas con personalidades muy extravagantes y demenciales, algunas con mucho dinero, otras sin nada. Es como si Chinaski atrajera intencionalmente a todo tipo de mujeres caóticas a su vida.
Había algo que no marchaba bien en mí: tenía una verdadera obsesión sexual. Me imaginaba en la cama con cada mujer que veía. Era una interesante manera de pasar el tiempo de espera en un aeropuerto. Mujeres: me gustaban los colores de su ropa, su manera de andar, la crueldad de algunos rostros, de vez en cuando la belleza casi pura de una cara, total y encantadamente femenina. Estaban por encima de nosotros, planeaban mejor y se organizaban mejor. Mientras los hombres veían el futbol o bebían cerveza o jugaban a los bolos, ellas, las mujeres, pensaban en nosotros, estudiando, decidiendo si aceptarnos, descartarnos, cambiarnos, matarnos, o simplemente abandonarnos. Al final no importaba, hicieran lo que hicieran, acabábamos locos y solos. (Págs. 283-284)
En general la novela cuenta todas las aventuras con mujeres que tuvo Henry Chinaski en aquella etapa de su vida, y digo etapa, porque en sus libros anteriores, como por ejemplo, Factótum o Cartero, a pesar de que se relacionó con muchas mujeres, su vida también consistía en trabajar, beber en bares, pelearse y amanecer durmiendo en los bancos de las plazas, de alguna forma, el sobrevivir, era más importante en sus anteriores etapas. Luchar contra el sistema y resistir. Es por lo anterior que, el Chinaski que se presenta en esta historia, es un poco diferente. Ya no tiene esas discusiones filosóficas internas sobre la vida y la sociedad, sobre la naturaleza humana, reflexiona más sobre sí mismo y sobre sus diversas relaciones, si se les puede llamar así, también piensa a menudo en el amor. De alguna forma, su nueva situación económica y el logro de que sus escritos empiecen a mantenerlo, lo hace evolucionar en un personaje enfocado en otros temas, su nueva situación lo marca, ahora el hipódromo, el boxeo y las mujeres acompañan al infaltable alcohol. Antes, la escritura de novelas y cuentos eran su especialidad, ahora son los versos los que marcan el compás de su máquina de escribir, versos que en su mayoría son dedicados a las mujeres que lo vuelven loco, versos que hablan de amor y sexo.
... no había sido algo falto de sentimiento, carne muerta acoplada con carne muerta. Detestaba las relaciones así, el tipo de relaciones sexuales de Los Ángeles, Hollywood, Bel Air, Malibú, Laguna Beach. Extraños al conocerse, extraños al despedirse. Un gimnasio de cuerpos innominados masturbándose mutuamente. La gente amoral suele considerarse más libre, pero a menudo carece de la capacidad de sentir o de amar. Así que se hacían promiscuos. Los muertos jodiendo con los muertos. No había juego ni humor en su práctica, era una cópula de cadáveres. La moral era restrictiva, pero estaba afianzada en la experiencia humana a través de los siglos. Algunas morales tendían a mantener a los hombres esclavizados en fábricas, en Iglesias, y fieles al estado. Otras morales tenían simplemente buen sentido. Era como un jardín lleno de frutas venenosas y frutas buenas. Tenías que saber cuál escoger y comer y cuál abandonar. (Pág. 293).
Como siempre, el libro resulta entretenido porque Bukowski sabe como escribir situaciones cotidianas de manera divertida. Pero en comparación a otros de sus libros lo encontré demasiado repetitivo, el esquema es el mismo, pasa de una mujer a otra, una y otra vez, se emborrachan, tienen sexo, pasean, se pelean y terminan, y vuelve a empezar el ciclo. Claro, con algunas variaciones, pero la esencia es la misma. Aburre un poco que siempre sea igual, se hace largo. Aunque al final, Chinaski rompa el círculo vicioso de una manera poco esperada, pero que se entiende como el paso a otra etapa, la que está representada en la novela Hollywood.
Frases que me gustaron de la novela:
Mira, vamos a plantearlo de esta manera: para mí, tú eres la número uno, y ni siquiera hay número dos.
Me sentía enfermo, inútil, triste. Estaba enamorado de ella.
No me gustaban los fines de semana. Todo el mundo salía a la calle. Multitudes en todas partes. El lunes era mi día favorito. Todo el mundo estaba de vuelta al trabajo y fuera de mi vista.
Los más grandes hombres son los más solitarios.
Y sin embargo las mujeres, las buenas mujeres, me daban miedo porque a veces querían tu alma, y lo poco que quedaba de la mía quería conservarla para mí.
Me alegraba de no estar enamorado, de no ser feliz con el mundo. Me gustaba estar en desacuerdo con todo.
La gente solo abrazaba a ciegas lo que se le pusiese delante: comida natural, zen, surfing, ballet, hipnotismo, terapia de grupo... y de repente todo se evapora y se perdía. La gente tenía que encontrar cosas que hacer mientras esperaba la muerte.
Una vez que una mujer te da la espalda, olvídala. Te aman y de repente algo se da vuelta. Te pueden ver muriéndote en una cuneta, atropellado por un coche y pasarán a tu lado escupiéndote.
No hay manera de que yo pare de escribir, es una forma de locura.
La bondad podía encontrarse a veces en el centro del infierno.
Hay demasiada frialdad en el mundo. Si la gente simplemente hablase junta de las cosas ayudaría bastante.
La gente enamorada se ponía a menudo cortante, peligrosa. Perdían el sentido de la perspectiva. Perdían el sentido del humor.
Quizás tuviese miedo. Eso era, sentía miedo. Quería sentarme solo en una habitación con las persianas bajadas.
Les dejo un vídeo de mi canal de youtube. ¡No olviden suscribirse al canal y al blog!
Ricardo Carrión
Administrador del blog
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